Jumat, 29 Juli 2011

El IQ, la falsa medida


Recientemente escribí un artículo en este blog sobre Mensa, una organización nacida en Inglaterra, que supuestamente aglutina a las personas más inteligentes del planeta. De hecho, hablé del examen que hice, para conocer mi IQ, en respuesta a una petición de un amigo, pero nada más. Del resultado que obtuve, después de haber contestado al menos las últimas ocho preguntas de opción múltiple francamente al azar, los de Mensa me mandaron una carta con mi resultado y me invitaban a que me uniera a su club y que me inscribiera a su revista, en donde podría hacerme de amigos que fuesen compatibles con mi nivel de IQ.

Todo esto, como indiqué, me pareció ridículo y más aún, me parece totalmentre racista. Curiosamente recibí en los comentarios del blog, mensajes de inteligentísimos personajes de Mensa en México, en los cuales defendían a semejante asociación. Como no hay argumentos para justificar el racismo, y menos a partir de un número que dizque representa la inteligencia, estos amigos de Mensa-México entonces me atacaron. Me dijeron que por qué pregonaba el número de IQ que había sacado. Ya esperaba esos reproches. La verdad es que a estos personajes de Mensa-México les parece tan real e importante semejante numerito, que les molesta la confrontación de esta idea y su validez. El IQ, en serio, no representa nada, mucho menos la inteligencia de nadie. Es un argumento racista, nefasto, de gente que le vendieron la idea de que son más inteligentes que el promedio y como eso les infla el ego, cayeron en la trampa. Son tan tontos estos "inteligentes", que los de Mensa les vendió una idea muy tonta y cayeron redonditos. Para mí, esto es prueba de que estos personajes son cualquier cosa, excepto inteligentes.

Pero bien, aquí el punto es hablar un poco más del coeficiente intelectual, IQ, y hacer las reflexiones del caso. Para ello me basaré en el libro de Jeremy Bernstein, "Quarks, chiflados y el cosmos", Alianza Editorial, que me prestó Guil Russek, porque contiene un pequeño capítulo sobre el IQ. Trataré de abreviar las ideas:

Bernstein habla del libro de Stephen Jay Gould: "La Falsa Medida del Hombre", el cual es un devastador y a veces extremadamente irritado ataque a la noción de que la "inteligencia" es una "cosa" a la que, como la temperatura, se le puede asignar un único número, y que, más aún, ese número es una característica intrínseca de la persona, de alguna forma independiente de la influencia del entorno.

Todo empieza con ese afán humano de medirlo todo, y Broca, a mediados del siglo XIX fue el primero intentando sacar una correlación entre tamaño del cerebro y la inteligencia. Se aceptaba como un hecho que el cerebro grande estaba asociado con la inteligencia y entre sus datos encontró que el cerebro de los hombres es mayor que el de las mujeres. Y aunque Broca era un científico, no consideró muy en serio que el tamaño del cerebro está en correlación con el tamaño del cuerpo, es decir, un hombre con un cerebro muy grande tiene que estar en un cuerpo muy grande, pues en caso contrario podríamos pensar que se trata de un extraterrestre tal y como nos lo dibujan (*). Broca no consideró relevante este hecho y escribió: "Podemos suponer que el tamaño relativamente menor del cerebro femenino depende en parte a su inferioridad física y en parte a su inferioridad intelectual". Quiero creer que hasta los inteligentísimos personajes de Mensa hallarán esta frase espantosa y falsa. Pero el punto importante es hacia donde va Gould en su análisis. Habla entonces del uso y abuso de la medida del C.I. (Coeficiente Intelectual) o IQ. Binet, un francés fue el creador de las pruebas modernas del IQ. En 1898 Binet empezó midiendo también los cerebros, como hizo Broca, pero después de 3 años de trabajo halló que las diferencias encontradas no podían sugerir ninguna conclusión válida al respecto y escribió entonces: "La idea de medir inteligencia midiendo cabezas me parece ridícula". En 1904 se le pidió a Binet desarrollar técnicas para poder descubrir a niños con problemas de aprendizaje. Así, en 1908 el científico francés había llegado a establecer un nivel de edad a cada una de las varias pruebas que había desarrollado, es decir, la edad más temprana a la cual un niño podría ser capaz de hacer bien una prueba. A esto se le llamaba la "edad mental" del niño. Cuando esta edad se le restaba de la edad física del infante se podía asignar un número a la inteligencia del niño. en 1912, un psicólogo alemán, Louis William Stern, concluyó que sería más satisfactorio dividir la edad mental entre la edad cronológica y de ahí nació el concepto de "cociente intelectual".

Sin embargo, como apunta Gould, Binet entendía sus estudios como una escala para calificar por qué un alumno fracasaba, pero no para ponerles una etiqueta que al final de cuentas los limitara. Curiosamente el propio Gould tiene un hijo con graves problemas de aprendizaje y por ende, como científico que es, se dedicó a analizar su problemática. Halló Gould que en los Estados Unidos las pruebas de C.I. se convirtieron en una industria que pervirtió la idea original de Binet y entonces, se llegó a la conclusión que si se podía hacer una prueba de algo, esto debía corresponder a algo en la realidad (concepto que creen los inteligentes de Mensa-México), y más adelante en la noción típicamente norteamericana, según Gould, de que la inteligencia es hereditaria.

Cabe decir que en 1915 Robert Yerkes, profesor del departamento de fisiología de Harvard, convenció al Estado norteamericano de hacer pruebas de inteligencia a los reclutas, a los de la milicia. Había dos tipos de prueba, de conocimientos y una segunda, de asociaciones, de lógica (como las preguntas del examen que hice). Estas pruebas eran originalmente a los reclutas que no sabían leer o escribir. Yerkes, racista probablemente sin saberlo conscientemente, llegó a la conclusión que los negros eran innatamente estúpidos. Él creía que el C.I. era una cantidad determinada genéticamente, como los ojos azules, y no fue capaz de darse cuenta de que sus propios datos mostraban que el factor más determinante era el ambiental.

Así, usando esas pruebas, Yerkes determinó que la edad mental de los reclutas blancos era 13.08 años. El resultado no era nada halagüeño y se buscaron las causas. Un estudiante de Yerkes, en 1923, Carl Brighman, concluyó que en base a las pruebas de la Armada y a las recientes inmigraciones a los Estados Unidos, se estaba contaminando la genética de la inteligencia.

Asombrosamente se seguía pensando que la inteligencia era hereditaria y se había eliminado la posibilidad de que existiese una explicación más sencilla, como los factores del medio ambiente. Y todo esto podría haber sido incluso divertido, pero no para aquellos que quisiero inmigrar y fueron deportados bajo el Acta de Restricción de 1924. Una vez más, el racismo hacía su aparición.

Desde entonces, el C.I. se ha contemplado como una verdadera medida de la inteligencia humana en muchísimas situaciones. Cuando hablamos de Einstein decimos que era un genio, con 180 de IQ, aunque no tengo noticia de que haya hecho el profesor Einstein alguna prueba de IQ en su vida. Igual dicen de Bobby Fischer, que incluso su IQ "era más alto que el de Einstein", aunque de nuevo, en todo lo que he leído sobre el ajedrecista norteamericano, jamás he sabido que le hayan una prueba para medir su coeficiente intelectual. En realidad estas historias son mitos que los seres humanos repetimos, aunque nadie sepa si son ciertos o no.


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(*) Quizás la idea primitiva del tamaño del cerebro e inteligencia haya sido el disparador para aquellos que dibujan seres de otros mundos, siempre lo hagan con grandes cerebros y cuerpos comparativamente minúsculos.

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