Sabtu, 16 Juli 2011

De Cibernética y Seudo-cibernautas Urbanos (capítulo 12)


Capítulo 12 del micro-libro de Enricco Wizard. La verdad es que no entendí de qué se trata, porque supoingo que es un  tema local de donde vivía, Tijuana. Si alguien tiene más luz sobre el particular, favor de  escribirlo en el sitio de comentarios.

Pude al fin hacerle un jaque al Manolis 
después de añales de no tocar una 
maldita pieza de ajedrez. No fue un 
ultimatum mortal pero me sentí ganador 
durante toda la partida, aunque al final, 
y solamente al final, ya en la última jugada, 
me bendijo con un soberbio jaque mate.

El cero treintainueve
o
¡Sálvame Lassie!

Ya que hablamos de computadoras, hablemos también de números mágicos. Nadie sabrá, a ciencia cierta, quién o qué diablos era el cero treintainueve. Cuando Miky Laure haya pasado a la historia, y para muchos ya lo ha hecho, el misterio sobre el cero treitainueve permanecerá en el aire al igual que la sutil estela de gardenias silvestres que deja a su caminar Minerva, la secretaria de nuestro eficientísimo y aguerrido contralor, o como las huellas míticas de la chica de Ipanema que aún adornan las doradas arenas de alguna playa lejana. El famoso cero treintainueve bien pudo haber sido un taxi, un tranvía, un camión, un vagón del metro, una aeronave o vaya usted a saber que diantres era, pero el hecho relevante es que se la llevó. En un santiamén, la susodicha desapareció del mapa para no volver jamás. Se acaba la papa, se acaba el maíz, es claro que las cosas no han cambiado gran cosa. Nuestras canciones son ya de por si reveladoras. Hay quien se atreve a decir que si se cantaran al revés, esto es, del final hacia el principio, las canciones mexicanas revelarían una encantadora y apabullante historia en la que el personaje central, un tipo desdichado y tomador, después de resucitar a la vida, deja de repente la bebida en un acto de iluminación trascendental, despide de un tajo a la amante de años, a quien casualmente le triplica la edad, recupera a su mejor amigo, recupera también el empleo y una cuantiosa suma de dinero producto de una afortunada apuesta en la que se habrían jugado el orgullo y la vida, en ese orden de importancia. Para concluir, o más bien dicho, para empezar, nuestro personaje vuelve a casa al lado de su abnegada mujer e hijos. En toda esta historia, el revólver, el caballo y otras escenas campiranas son meros elementos pictóricos pero esenciales para el desarrollo de la trama y para acentuar el relato de lo que al final de cuentas es el terrible infortunio, en formato cantabile, de una típica familia a la mexicana. Ni al mismo Oscar Wilde se le hubiese ocurrido tan fantástico relato, que dicho sea de paso, en nuestra querida tierra, de relato no tiene el más mínimo asomo. Como dato curioso y de reflexión, me pregunto si en vez de cero treintainueve, la citada unidad de transporte, por llamarle de alguna manera, pudo haberse llamado treintainueve a secas. Tal vez el cero sea una pista reveladora. Cabe aquí otra reflexión, que viniendo de boca de un buen amigo, habré de otorgarle cierto crédito y lo dejo a mis lectores como una teoría más; el cero treintainueve era nada menos que un revólver de bolsillo y la fulana se suicidó. Salvo que Rintintín o Lassie den con una sólida pista que nos conduzca al meollo de tan intrincada polémica, la verdad es que tal vez el asunto jamás consiga esclarecerse, pero un asunto irrebatible es que la cosecha de mujeres nunca se acaba.

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