Selasa, 05 Juli 2011

De un micro-libro de Enricco Wizard


Enricco Wizard, sinónimo del desaparecido amigo Enrique Salazar Mondaca, era un personaje muy ingenioso y de gran talento. Hallé en mi respaldo del correo este pequeño micro-libro, en el cual escribió algunas cosas ingeniosas. Iré publicando día a día los capítulos (que son pocos realmente), de un simpático libro que a más de uno habría hecho reír. Sé que -si Enricco me está viendo- sabrá que lo hago en su honor.

De Cibernética y Seudo-cibernautas Urbanos
o
La Computadora Nunca se Equivoca

Una guía para el neófito que requiere hacerse pasar por consumado experto. Al mismo tiempo, una guía para el consumado experto que no ha caído en cuenta de que en lo tocante al pasmoso negocio de la computación no entiende ni divina pizca.

La Margui se nos casa; me la 
imagino inocente y esplendorosa 
como una Luna llena de Otoño 
precedida por un majestuoso cortejo 
de sueños y esperanzas. Me imagino 
también a sus orondos padres 
conteniendo aquél mar de lágrimas.

                                                                 

Preambulo noctámbulo
o
¡Quítense piojos que ahí viene el peine!

Este libro no le conseguirá un nuevo empleo. Es más, este libro no mejorará sus relaciones laborales ni limará las asperezas con su jefe o subalternos. En sus páginas tampoco encontrará material para enriquecer sus conocimientos o alimentar el espíritu o ejercitar y aún despertar el tan traido y comentado tercer ojo. Es mi deber hacer hincapié en que en el mejor de los casos este libro conseguirá que lo despidan de su empleo de manera más o menos digna, esto es, sin tener que experimentar la mala fortuna de verse humillado ante sus estimables colegas. Al final, cuando ya sea demasiado tarde, usted odiará este libro de manera irremediable. Mi querido abuelo, comerciante innato, en un verdadero destello que le costó la vida al desatarle una embolia fulminante, vaticinó que el éxito comercial del presente ejemplar estaba precisamente en el odio iracundo que éste despertaría en sus lectores. Es bien sabido que tenemos más enemigos que amigos, en proporción de diecinueve a uno según las últimas cifras oficiales y esto sin considerar las recientes revueltas en Chiapas. Si usted obsequia este abonimable libro a un par de sus más fervientes y odiados enemigos, el santo vaticinio habrá de cumplirse justo al pie de la letra y mis enanos, mi mujer y un servidor, quedaremos eternamente agradecidos ante el maravilloso gesto benévolo. Le recuerdo, querido lector, que no deberá molestarse en enviarme cartas en reclamo a la presente obra, ya que difícilmente habré de responder a sus atentos reclamos. Es bien sabido que a las islas Fiji rara vez llega el correo y las estampillas postales son un invaluable tesoro para los aborígenes que ahí habitan. Con esto concluye mi elegante prólogo que en realidad más bien parece epílogo. Reflexionando un poco más sobre el asunto me doy cuenta que mi maestro de literatura y caligrafía, Don Narciso Genovesse, tenía harta razón cuando decía que los prólogos se escriben una vez que se ha terminado el libro, de preferencia, una vez que el ejemplar ha sido enviado para su empastado final. Ello explica el sobretítulo de noctámbulo, ya que este párrafo fue escrito a manera de añadidura en lo que sería la última desvelada para la noble causa literaria que habrá de sacarme de esta inmunda miseria. Tal vez hubiese sido más apropiado agregar una serie de recortes periodísticos y citar un cúmulo de comentarios de personalidades distinguidas. Algo así como que “críticos del New York Times afirman que se trata de la obra más reveladora y espectacular después del Quijote”. Tales notas suelen incluirse en todo libro que se jacte de decente y aunque todo mundo sabe que tales anotaciones son meras fabricaciones de algún escritor sumergido en algún trance tequilero en algún desolado bar de Manhattan, no dejan de impactar al culto y al ignorante. Existe otra conocida técnica jaibolera que consiste en solicitar un autógrafo a algún escritor reconocido, de preferencia en algún bar a fin de no dejar trazas. Una vez garrapateada la firma en una servilleta, la cual ha sido doblada previamente de manera estratégica, se le agrega algún texto alusivo al tema de interés. Por lo general, el escritor ni siquiera se acordará de lo que escribió por lo que no existe riesgo alguno de demanda. Una dedicatoria de Borges, por ejemplo, expresándose en favor del presente ejemplar hubiese creado verdadera expectación en los lectores con todo y que la misma hubiese sido malévolamente fabricada. Desafortunadamente y a pesar de que se regalaron varios ejemplares y se gastó una verdadera fortuna en jaiboles, no fue posible conseguir autógrafo alguno ni nadie se tomó la molestia de echarle un vistazo a los apuntes preliminares y mucho menos de arrojar una crítica despiadada, a reserva del San Dieguito Tribune, que simplemente señaló a traspáginas el hecho irrelevante de que el presente ejemplar contenía menos páginas que el reglamento de tránsito de Zapolopán, Jalisco, y que recomendaban ampliamente el citado reglamento sobre la citada obra, no sólo por su utilidad, sino porque su lectura resultaba bastante más entretenida. Resta decir que al final, cuando pensábamos que todo estaba perdido, conseguimos hacernos de un autógrafo en un bar de mala muerte de Tijuana. No se trata de un personaje muy conocido pero preferimos ocurltar su identidad ya que tampoco publicaremos la correspondiente mención por considerar que la frase “con profundo amor y cariño cabrón y sincero” con que se remata la dedicatoria en la servilleta restaría seriedad a nuestro proyecto literario. En cualquier caso, sirva la anterior aclaración para decir que tanto los editores como un servidor hicimos lo humanamente posible por garantizar el éxito comercial de tan monumental empresa, si bien el preámbulo deja mucho que desear. Tal vez para la vigésima edición tengamos algo sensato que ofrecer a nuestros estimables lectores que finalmente valga la pena.
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Nota: He mantenido el formato original del documento tanto como me ha sido posible.

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