Minggu, 10 April 2011

Un cuasi terrible accidente


Ayer, después de la presentación del libro de Bobby Fischer, dejamos Pilar y yo al Maestro Acevedo en su casa, el único mexicano que jugó con Fischer en partida oficial, y de ahí tomé el periférico para ir al norte de la ciudad. A la altura de las Aguilas, yendo yo en el carril central, dos autos, uno de cada lado, que quizás iban jugando a perseguirse, jugando carreras o uno huyendo del otro, me golpearon de cada lado. Primero -parece ser- fue el de la izquierda y de inmediato sentí un golpe a la derecha. De pronto perdí el control del auto y parecía proyectarme contra el muro del carril izquierdo, pude evitarlo y al final de cuentas, en mucho menos tiempo de lo que cuento (¿3 segundos quizás?), terminamos en medio del periférico en posición perpendicular a los carriles.

Volteé a ver a Pilar. Creo haberle preguntado si estaba bien (ambos llevábamos el cinturón de seguridad). Vi a mi izquierda y noté que todos los coches estaban parados como observando la escena. El coche funcionaba y de hecho seguía encendido. Puse reversa y salí de inmediato por la primera lateral. Una camioneta con una pareja muy amable me preguntó si estaba bien, si tenía celular en caso necesario para hablar con alguien. Le indicamos que aparentemente todo estaba bien. Se fueron y entonces noté que cuando me desplazaba (con el auto), una llanta sonaba como perdiendo aire. Nos detuvimos en un lugar seguro y yo esperaba ver mi auto en calidad de corcholata vieja y destrozada. Para mi sorpresa, solamente había un fuerte golpe en la salpicadera delantera derecha. La llanta de ese lado se ponchó y minutos más tarde, con ayuda de un limpiador de autos y un taxista, que nos prestó parte de la herramienta, cambiamos la llanta por la de refacción.

Pude llegar a mi casa sin problemas, pero no sé qué daños finalmente tuvo el auto. Hoy viene el ajustador y probablemente mañana se lleven el coche a arreglar. Lo importante es que no le pasó nada a Pilar ni a mí. Ayudó sin duda el cinturón de seguridad.

Del hecho en sí, de la acción que suscitó el accidente, poco me enteré, porque no vi más que una sombra de un coche azul a la derecha y otro coche a la izquierda que no llegué a ver porque en ese momento ya mi coche estaba fuera de control y no podía andar distrayendo la atención en mirar dónde estaban los responsables del percance.

 Así quedó la llanta ponchada. Obsérvese el golpe en el rin

Me quedan las siguientes reflexiones después de este cuasi fatal accidente, que finalmente sólo provocó que el Bachoco, mi Chevy blanco, recibiera un golpe más en su cascarón:

  • Es la segunda vez que el o los responsables de un siniestro donde he estado involucrado, huyen. Me parece que es parte de la impunidad en la que ya este país se ha instalado. Quienes hayan logrado que se produciese este percance, no se detuvieron y su huída es simplemente un acto criminal, porque no pueden saber qué les pasó a quienes estaban en el auto al que golpearon. Su irresponsabilidad es verdaderamente criminal.
  • Por otra parte, la fragilidad de la vida. Minutos antes las cosas parecían seguir su rumbo. Habíamos pasado un buen momento en la presentación del libro de Fischer. Convivimos con los amigos del ajedrez y estuvimos todos contentos. Poco después, podíamos haber tenido un problema de consecuencias fatales que por fortuna, no ocurrió.
Así las cosas. Este percance me dejará sin coche unas semanas, pero esto es poca cosa frente a lo que pudo haber ocurrido. Al final de cuentas hay que estar contentos de que no nos pasó nada.


Postscritptum: 

El domingo llegó el ajustador y valoró el golpe entre 2000 y 4000 pesos. Mi deducible es de 850 pesos solamente y ya el bachoco está siendo arreglado en su cascarón en el taller correspondiente, que curiosamente, es de un señor que se llama Juan Manuel López. Me dijo que quizás el sábado ya esté mi auto listo. Ojalá.

Cabe aclarar que en este caso al menos, la aseguradora ha hecho su trabajo y no tengo quejas al respecto.

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