
Así pues, estaba ahí sentado, en el velatorio rumiando mis pensamientos cuando aparecieron dos señoras de la edad de la tía Delia, (alrededor de los setenta y tantos años). Se sentaron silenciosamente y de pronto lloraban un poquitín. Platicaban entre ellas en voz baja. Se consolaban mutuamente. Después me enteré por Pilar que eran amigas de la tía Delia desde la infancia. Y eso me conmovió realmente. Pude hablar con alguna de ellas y me dijo que sí, se conocían y se frecuentaban desde que tenían 13 años.
Yo creo que la tía Delia puede irse alegre y en paz. Si amigos de más de sesenta años de conocerse van solidariamente a su último adiós, creo que la vida en esos términos, ya sólo por eso, valió la pena. Descanse en paz la tía Delia.
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