Jumat, 13 Agustus 2010

De los variados concursos


Muchas instituciones y empresas hacen concursos públicos. En algunos casos a los ganadores se les entregan viajes, televisiones, artículos domésticos, automóviles, etc. Los premios dependen muchas veces del interés de la empresa/institución por promover algo o a ellos mismos inclusive.

Yo he entrado a algunos concursos. Por ejemplo, el atinar cuántas cajas de palomita caben en un automóvil, de Cinépolis, o bien el de Cinemex, con una mecánica similar, pero aquí se trataba de pequeñas pelotas. Pero aparte de estos concursos, en los cuales hay que dar la cifra exacta de cajas de palomitas o de pequeñas pelotas que hay dentro de un coche, hay concursos de programación. Uno de ellos fue el que se inventó hace unos años Banamex, el cual llamó "Iniciativa en Internet". Decidí participar y cumplí con todas las normas de dicho concurso: los documentos que me pedían, el tipo de letra que debía usar (por ejemplo, Arial de 12 puntos), en formato de MSWord, etc. Se me pedía también el código fuente, ejemplos, resultados, etc. Mi proyecto trataba de los fotoMorsaicos, el cual desarrollé casi como si fuese una tesis de licenciatura (pienso hoy día que pasaría como tal). El premio por categoría -había cinco de ellas- era de unos 300 mil pesos. Mandé mi proyecto pero no gané nada. Cuando se dieron los resultados de los ganadores, no se dijo ni siquiera quién o quiénes eran el jurado. No se mencionó qué hacían los proyectos ganadores con cierto detalle. Quizás solamente el título del mismo y ya. Eso deja un mal sabor de boca.

Y aunque -desde luego- cuando uno entra a un concurso es porque quiere ganar, a mí no me afecta si no soy el ganador. Lo que me molesta es la falta de transparencia al respecto. Mi padre, alguna vez entró a un concurso para escribir una telenovela para TV Azteca. Los de la televisora pedían toda una serie de requisitos y el premio era jugoso: un millón de pesos al ganador. Pero... ¿qué pasó? Nadie ganó. Se declaró desierto... Y la televisora del Ajusco anunció un nuevo concurso para ver si alguien entregaba algo meritorio. Yo no sé cuántos guiones recibió TV Azteca, pero presumo que por el premio en cuestión, habrán sido al menos cientos. De nuevo, sin decir "agua va", la televisora no entregó ningún premio, pero eso sí, se hizo de un montón de ideas que bien podría usar en sus siguientes dramas telenoveleros. ¿Cuánto le darían a quien habría escrito alguna idea original? Nada, porque en estos concursos muchas veces, entre las cláusulas, es que el concursante cede todos los derechos de su obra, entre montones de ordenamientos siempre en favor del convocante y nunca en beneficio del convocado. Así, declaran desierto un concurso y se hacen de ideas sin pagarlas a sus autores . Lindo negocio.

Desde luego no siempre es así, pero es muy común ver concursos que tienen una serie de claúsulas que resultan infames, pero que más de uno aceptará porque podría ser la entrada a un beneficio económico importante o bien, entrar a una televisora a escribir guiones, qué sé yo.

Todo esto viene a cuento porque mi hermana Marga me decía ya hace algún tiempo, que el concurso para hacer el logotipo de las Olimpiadas de Invierno, que se llevaron a cabo en Vancouver este año (que es donde ella vive), lo había ganado el despacho de diseño en el que ella trabajaba y que un compañero de ella, mexicano a todo esto, (cuyo nombre de pila es Gonzalo, si es que no estoy equivocado), era el autor del logotipo de dicho evento deportivo.

El premio del comité organizador -si mal no recuerdo- fue de unos 20,000 dólares, que fue a dar en mayor proporción a la señora dueña de ese despacho. No sé cuánto le dio ella al autor de la obra. El punto es que Marga me decía que estos concursos denigran el status profesional del diseño gráfico. Si dicho concurso se hubiese hecho a las empresas del ramo, el comité organizador habría tenido que pagar mucho más que el dinero que dio en este concurso, considerando que el Comité Organizador probablemente tendría que haber pagado no sólo por el diseño en cuestión, sino en el acuerdo para ver qué regalías le tocarían al autor del mismo por la venta de souvenires y recuerdos.

Pero los concursos tienen otros factores negativos. El concursante emplea tiempo, trabajo, esfuerzo, en desarrollar la obra de la naturaleza que la convocatoria exija, pero si no gana nada, lo único que recibe es nada, es decir, no hay ningún tipo de compensación. Así pues, en muchos casos las obras de los no ganadores quedan guardadas en un baúl, durmiendo el sueño de los justos.

A mí me parece que los concursos y convocatorias de esta naturaleza deberían pasar por una reglamentación de la Secretaría de Gobernación. En el caso de concursos literarios, de programación, en general no requieren de permisos de Gobernación. En los concursos donde sí se da esto, se exige al convocante que entregue los premios prometidos. Si nadie los gana, por las razones que sean, entonces los premios pasan a la mencionada Secretaría. Por ello mismo, en el caso de concursos literarios, si nadie gana, los premios prometidos deberían pasar también a Gobernación. Porque sino, es retefácil convocar a un concurso con grandes premios y después decir que ninguno fue de la calidad pedida.

Pero aún así, aunque Gobernación esté atrás de algún concurso, está lejos de tener el control. Un ejemplo: hace unos años me pidieron un curioso trabajo: Había que hacer una cuestión de estadísticas y probabilidad para un concurso que organizaba una marca de helados. La idea era que en las tiendas donde se venden helados de esa marca, por cada compra que hiciese el cliente, se le darían las piezas de un rompecabezas muy simple, (seis piezas máximo). Las piezas eran parte de diferentes imágenes: una camiseta, un balón de futbol, un pequeño backpack, un televisor y hasta un avión. Este último representaba el mejor premio, un viaje para dos personas a Cancún, si mal no recuerdo.

Pues bien, la idea era calcular qué probabilidades tenía alguien de ganar algún premio considerando que le darían una serie de piezas al azar, en donde habría pedazos de las diferentes imágenes premiadas. Obviamente la mayoría de los rompecabezas decían algo así como "gracias por participar" o "sigue participando", etc. Pues bien, resultó que además, los seis premios principales, los viajes a Cancún (Gobernación apela porque el convocante -si pone viajes como premios- lo haga a destinos nacionales), solamente tenían seis rompecabezas completos y miles incompletos, es decir, solamente había seis rompecabezas completos. Si uno recibía un sobre con seis piezas y cinco eran del avión, la posibilidad de que apareciese la sexta pieza, la faltante, era igual acero, porque los viajes se entregaban con el rompecabezas que venía ya completo en cada sobre ganador. Esto era como las estampitas de los álbumes del pan Bimbo, en el cual siempre faltaban un par de estampas que prácticamente era imposible conseguir.

Para colmo, los premios de los viajes estaban "sembrados", es decir, se entregaban, sí, pero a ciertas colonias en particular y alguien -ahora sí, producto de la casualidad, de que ese día compró el helado en la tienda en donde se daban los sobres premiados, se lo ganaría. Normalmente no aparecían estos premios en colonias de clase alta. Así entonces, un concurso como éste no tenía de ninguna manera chances parejas para los que participaran y eso e n mi opinión es en realidad un engaño. De hecho, cuando se hicieron los rompecabezas, me regalaron uno con una camiseta y otro con una maletita. Un día pasé por la tienda de helados y los cambié. La que me atendió me decía que había tenido muchísima suerte, porque antes de mí no habían entregado ningún premio. No me asombró el comentario.

Por ende, pienso que la mejor política es la que mi hermana Marga me dio: no entrar en estos concursos jamás, no avalar esta práctica porque daña las actividades de los profesionales en los diferentes campos. Pienso que no le falta razón.

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