Selasa, 18 Mei 2010

Qué nos hace ser mexicanos


Hace unos días platicaba con un amigo, que me decía que no encontraba la definición de mexicanidad. ¿Qué nos hace el ser mexicanos? ¿qué nos caracteriza? Parece difícil de responder. No obstante, ahora que vine a Vancouver de pronto la pregunta regresó a mi cabeza y creo haber encontrado una respuesta, al menos parcial. Me explico:

En estos países primermundistas algo que parece natural es el sinfín de reglas que rigen todas las actividades cotidianas. Por ejemplo, una vez en Texas, habiendo rentado un automóvil, íbamos por una calle y teníamos que dar vuelta a la izquierda, pero no estábamos en el carril de la izquierda, sino en el de en medio. Notamos, después de un rato, que la flecha que nos daba el paso a la izquierda jamás se ponía en verde. Nos percatamos entonces que había que estar en el carril adecuado y así, probablemente con un sensor en el piso, el semáforo cambiaba entonces el color de la flecha. Aquí la regla tenía que seguirse porque un control automático la dirigía.

En el Reino Unido, por ejemplo, hay una regla, quizás llevada a cabo por mero sentido común, la cual indica que si subes escaleras mecánicas y te vas a quedar quieto, entonces te pegas a u derecha. Así, si alguien quiere caminar en las escaleras y subir más rápido, puede hacerlo sin tener que zigzaguear entre quienes suben.

Aquí en Vancouver, puede parecer ridículo, pero hay una regla elemental: las calles se cruzan en las esquinas. Así, tanto peatones como conductores saben a qué atenerse. Igualmente, los conductores de automotores saben que el peatón tiene prioridad y si hay en el piso la señal por donde pasan los peatones, los autos se tienen que detener.

Estos ejemplos me hacen pensar que el mexicano es inmune a las reglas y por definición busca brincárselas. De esta manera, podemos cruzar a la mitad de la calle, darnos vuelta a la izquierda aunque no estemos en el carril correcto y peor aún, incluso estando la vuelta prohibida.

La razón de esto, creo está en la percepción que por decenas de años tiene el mexicano de las reglas. Aquí sed vale brincárselas, es como un deporte nacional, Porque las reglas más elementales parecen hechas para retrasados mentales, así pensamos, y entonces resulta idiota seguirlas. Nosotros, mexicanos, somos más inteligentes que todas las reglas y no vemos necesidad de respetarlas,

Pero además sabemos que las leyes en nuestro país son como el chicle: se pueden estirar tanto como queramos. Así entonces vemos ejemplos como el de la hija del roquero Alex Lora, que atropelló a un trabajador que limpiaba una caseta de teléfonos y lo mató. Llegó entonces la policía y halló que la hija del cantante, Celia Lora, estaba intoxicada, borracha pues. Cuando los guardianes de la ley supieron de quién se trataba, y a sabiendas que ante este hecho se puede torcer la ley para pasar de un asesinato imprudencial a un accidente lamentable, a cambio de sacarle -en este caso al padre de la irresponsable señorita- una buena cantidad de dinero, se alentaron las pruebas periciales. Se mencionó que no estaba claro si Celia era la conductora del auto, porque la policía la halló en el asiento del copiloto. (¿quién vendría manejando? misterio).

Pero como hubo presión mediática, y porque sabemos que la ley es más o menos flexible para el poderoso, para el popular, para el que tiene dinero, la cosa se complicó. Ya no parecía fácil cambiar los hechos para favorecer a la hija de Lora. Hoy las noticias indican que la familia Lora está dispuesta a "reparar el daño" (¿cómo se puede reparar la pérdida de una vida? otro misterio), entonces la familia del afectado aparentemente ha aceptado una cantidad de un millón de pesos. Según las propias noticias, esto no significa que la señorita Lora se libere de la cárcel, pero es "un atenuante" (traducción: probablemente eso signifique el pago de una fianza para que no pise la cárcel).

Pero el punto no es si la mujer enfrenta su responsabilidad en la cárcel. No, el punto es que como siempre, se nos muestra que la ley es corrompible, que el mismo Alex Lora, que tanto habla de ser del pueblo, hace lo que haría en su caso para defender a su hija en un país donde la ley es susceptible de modificarse a cambio de pocos o muchos pesos, de acuerdo a la gravedad del caso.

En suma, estamos acostumbrados, por generaciones, a aceptar que la ley no es igual para todos. Tenemos al policía que le saca a uno una mordida para no llevarlo al corralón, porque esto significa pérdida de tiempo y dinero. Mejor le damos una cantidad de dinero y la infracción se convierte en un trámite de simplificación administrativa, por decirlo de una manera amable.

El problema de la corrupción en nuestro país es un mero problema de no aceptar que las reglas, las leyes pues, tienen un sentido. Pero mientras tengamos esa idea de que nosotros, mexicas, estamos por encima de ellas, seguirá siendo cierto que este país no sirve.

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